Comentario homiletico

Mt 13,24-43
Jesus ejerce como maestro hablando en parábolas que tienen la virtud de unir sencillez y gran profundidad.
La primera es la del trigo y la zizaña que crecen juntos en el campo.Con ella nos previene de una tentacion muy común en la vida ordinaria pero en la que hemos de evitar caer los discípulos: querer separar el bien y el mal a base de bendecir o maldecir sobre cuanto hay. Al respecto la ciencia cristiana nos ha decantado una pauta de conducta: que hay que condenar acciones y actitudes pero no personas . El juicio sobre personas ,y más si es degradatorio o condenatorio mejor dejarlo en manos de Dios porque ¿quien no va a necesitar de su misericordia? Menos anatemas pues y condenaciones y penas de muerte y dejemos nuestra suerte final en las manos del Padre de misericordia porque “si examinara con rigor nuestras culpas ¿quien hallará buen suceso?”
Las parábolas del grano de mostaza y la levadura en la masa inciden ambas en la grandeza de lo pequeño: un simple grano de mostaza siendo tan pequeño crece y se convierte en un arbusto capaz de dar nido y acogida a toda clase de pájaros. Y asi deben ser los hijos del Reino:acogedores de cuanto hay de bueno
Y un poco de levadura es capaz de fermentar dos medidas y media de harina (22 kgs) y convertir una masa informe en masa preparada para hacer buen pan.
Son parábolas que por su vertiente social que podriamos traducir en “acoger y dar vida a nuestro entorno ambiental y de personas ” nos sitúan en el mundo no como modelos a imitar por su brillo y apariencia, (Jesús no pide a sus discípulos que vayan de grandes por el mundo) sino que sean como actores o agentes de cambio y mejora social.