Comentario homiletico

Jn 20,11-18
Cuando leemos o escuchamos los relatos de las apariciones del resucitado ,nuestros ojos se abren con sorpresa. Los que lo leimos en el Tabor transfigurado con vestidos relucientes de un blanco esplendoroso ,ahora, presente en gloria o como gustaban decir los teólogos , en cuerpo glorioso, se manifiesta de de múltiples formas: peregrino, jardinero, ……..y nos lleva a pensar en la hipótesis que JM Carreira sugería sobre el tal cuerpo desde su mentalidad de fisico y astrónomo : “si en verdad se trata de un cuerpo resucitado y más allá del espacio y el tiempo ¿Qué dificultad hay en admitir desde la física cuántica que puede hacerse presente donde quiera y como quiera? Su materialidad transmutada fuera del espacio y el tiempo puede materializarse sin perder su identidad en la forma material que lo desee y por supuesto puede atravesar puertas y muros o desaparcer de repente sin dificultad alguna porque ya no está sometido a las leyes rigidas de la física (=gravedad, electromagnética, nuclear fuerte y débil).
Pero estas manifestaciones que percibimos como maravillosas y la física nos quiere certificar de su realidad -aunque parezca irreal por lo poco habitual😱- tienen un propósito. No de encandilar o embaucar, sacando al pobre hombre sujeto mortal-espacio-temporal de su vida normal con sus servidumbres. El propósito es ayudarle a descubrir que en su tiempo ya está sembrada la eternidad y que lo mortal ya se está revistiendo de inmortalidad con la fuerza resucitadora del Resucitado. Así lo manifestó Pablo el perseguidor y luego vidente y transmutado al ver al Resucitado. 1Cor,11-18.