30/06/2022

Mt 9,1-8
Jesús utiliza un lenguaje provocador para despertarnos a la fe sobre lo que es realmente importante en la vida. Se ha encontrado con personas con fe e inicia su accionar dirigiéndose al paralítico y dándole el perdón. La gente que como creyente sabe que el perdón es cosa de Dios se extraña y piensa y ¿quién es este para perdonar pecados? Y Jesús- que sabe que el hombre es un poco torpe para lo espiritual y valora fácilmente lo espectacular- realiza como prueba de su poder divino la curación corporal.
Jesús así nos descubre que el sanar para Él fue solo un signo para que comprendiéramos que con Él había llegado la salvación, pero la plenitud de ella no era la curación corporal sino el perdón.
Así lo había anunciado Juan el Bautista cuando lo presentó como “el cordero de Dios que viene a quitar el pecado del mundo”(Jn1,ss).
Comprender esto hoy es de la máxima importancia porque para los males del cuerpo ya está la medicina y para los psicológicos la psicología, pero el mal que nace del interior del hombre y se traduce en falta de amor y respeto a personas, robos, mentiras, traiciones etc. hace que el camino de la vida sea intransitable sin el perdón. No es posible la paz profunda personal, psicológica y social sin poner en práctica el perdón y disponernos al cambio de mente y de actitudes.(Rom12, 1..ss) Esta es la dimensión moral y espiritual del ser humano.
Por creación hemos sido hechos a imagen de Dios e hijos de Dios por el bautismo y por ello nuestra primera exigencia es pensar que hemos de dar cuentas a Dios de nuestros actos. Y también a la sociedad porque influimos en ella por acción u omisión.
Habremos de pensar más cada día en lo que es vivir en gracia y paz de conciencia viviendo la alegría del perdón en la Iglesia y disponiéndonos a ofrendar lo mejor de nosotros para la edificación del mundo y del Reino.
¡que Déu ens pille confessats!