Comentario homiletico 22/12/2016

​En este corto texto del encuentro entre Maria e Isabel podemos ver lo que es una espiritualidad encarnada.

Ambas actùan “movidas por el Espìritu”.

Antes del encuentro de Maria e Isabel, porque han escuchado con fe y aceptaciòn el anuncio de su maternidad. Y luego vemos todo un repertorio de conductas  en ambas que tienen en comùn el ser dictadas por el Espìritu: María que sale de prisa -estando ella misma ingràvida- a visitar y acompañar a su prima Isabel que pronto va a estar de parto. Y sale sin reparar en la larga distancia -varios dias de camino- y su propio estado.

E Isabel que el propio texto reconoce que apenas oyó el saludo de María saltó de alegría el niño en su vientre , se llenó del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:”Bendita tu entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. Y lo dice Isabel, reconociendo- con la fe que nos  hace humildes – que no merece que la visite la madre de su Señor.

El ambiente que respiran ambas mujeres es de una inmensa y esperanzada alegría. No hay lugar para el pesimismo. Su vitalidad  contagia y hace olvidar y hasta dudar de que los males sean tan insuperables como parecen. Presagian que algo grande va a ocurrir cuando nazca el fruto de sus entrañas. Pero lo importante es que en ellas ya se esta anticipando la llegada del Nuevo Reino que viene (Lc 1,39-45) porque lo llevan gestando en sus propias entrañas. Es el Reino que  Maria alboreará y proclamará  en el canto del Magníficat con el que  continúa el texto.

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