Mc 7,14-23 recoge la sentencia de Jesús en que declara que todos los alimentos son puros y por tanto nadie puede incurrir en impureza al consumirlos como antes de Jesús proclamaba la Religión judía y luego la islámica. Esas prescripciones que exigían ritos de purificación quedan abolidas para Jesús, quien centra el mal moral no en lo que entra de afuera al interior del hombre, sino en lo que de malo nace en el hombre y es consentido en forma de odio, ira, maledicencia o acciones violentas, etc. Todas estas pulsiones que nacen del corazón hay que gobernarlas desde nuestro puente de mando con inteligencia y voluntad y una buena dosis de humildad para aceptar a Dios como maestro interior y no a nuestro ego mas excluyente y comodón.
Y desde ahi nos apetecerá cantar : “Danos un corazón grande para amar, danos un corazón ..
fuerte para luchar.. como hombres nuevos .constructores de nueva humanidad…”
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