Comentario homilético 10/1/2.017

​Mc 1,21-28 dice q Jesús llegó a Cafarnaún y cuando el sábado fué a la sinagoga a enseñar se quedaron asombrados de su enseñanza pq ” no enseñaba como los letrados sino con autoridad”. Y más aún les admira q Jesús ordena a un hombre poseido por un espíritu inmundo q salga el espíritu de él y le obedece.

   Nos planteamos en dónde o en qué reside la fuerza  especial de la palabra de Jesús  q causaba tanta admiración en toda Galilea. Parece claro q letrados y doctores de la ley iluminan la vida desde la ley  y esta hace de crisol para sentenciar si las acciones o personas cumplen o no la ley . Pero la ley tan solo declara  en base a pruebas aportadas . No tiene en si misma poder de justificación o condenación pq depende de las pruebas. Y podemos ver a continuación la especial fuerza de la palabra del profeta. El profeta no vive de la ley sino q intenta vivir según manda la ley. Y sabe las dificultades y el costo q esto conlleva. Por ello se acerca más a la comprensión  de la vida y su testimonio sobre la verdad tiene especial valor. De Jesús se decía q era profeta y más q profeta pq con su palabra hacia cosas como ningun otro profeta hubiera hecho. Tb hoy tenemos agoreros y quiromantes y “loteros ” q nos venden probabilidades de suerte, felicidad o amor pero ¿cual es el alcance de sus profecias o su fiabilidad? En realidad

 comercian con nuestras espectativas tantas veces frustradas y las alargan sin dar auténtica esperanza..

 Y por fin llegamos al encuentro con Jesús. El Jesús q dijo q eran dichosos los q alcanzaron a ver lo q en El habían visto : la misma fuerza de Dios q se encarna en la palabra de Jesús q es la misma Palabra hecha carne. El es la Palabra por quien un dia (Jn 1,1ss) se generaron todas las cosas y continúa generando y regenerando hombres nuevos en quienes en El confían y a El se acogen con fe.

   Por ello cantamos en la liturgia: “tu palabra me da vida, confio en Ti Señor. Tu palabra es eterna. En ella esperaré”.

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