Nota Pastoral 23/1/18

La lectura del libro de Samuel es muy expresiva de la forma de hacer fiestas en aquella antigüedad y del carácter festivo del q llegaría a ser Rey David tan venerado por los judíos: era músico e iba danzando ante el Arca de la Alianza q era como un arcón q era soportado por 4 varales como nuestras andas y contenía la Palabra de Dios o rollos con los pergaminos escritos, el Maná o polvo como harina con el que se alimentaban a su paso por el desierto.
Ese ambiente festivo y procesional lo heredamos de ellos los cristianos en nuestras procesiones a la Virgen o al Cristo de la fe etc y es vestigio de esa forma pública de veneración hacia Dios o a los santos. Su impacto social y personal es más q evidente cuando lo presenciamos en procesiones a la Virgen del Rocío o en la Semana Santa.
En nuestro “ambiente laico” y tan poco favorable hacia lo religioso salir en una procesión requiere cierto coraje de fe para manifestarse en un ambiente social algo frío y quizás es por ello q las clavarias “tiran de Tradición” para animarse a manifestar si no una fe al menos una representación teatral de cómo la vivieron antepasados nuestros.
Así parece q estas manifestaciones de fe han de revisarse siempre para q no pierdan su esencia de fe y deriven en espectáculo banal callejero .
Con todo esto, si a mí alguien me pregunta si como cristiano debe ir o no a una procesión yo le diría q si así gusta de expresar su fe “estupendo” pero q no olvide q hay otras formas más habituales de expresarla en cumplimiento de la voluntad de Dios: actuando con amor en la vida o haciendo oración en su casa o en la Iglesia ante Jesús presente en la Eucaristía.

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