Comentario homiletico

Jn 15, 9-11
Si tenemos claro que el mundo ha de cambiar con la fuerza constructiva y débil? del amor – porque el que verdaderamente ama es el que voluntaria y libremente se hace esclavo por amor- el tema ahora es : vale, vamos a intentar amar como Jesús nos ha amado porque amando a su estilo amamos como Dios nos ama y estamos en las mejores condiciones de prestar un buen servicio al mundo.
Pero nuestra vida desde el momento del nacer no es nada sencilla. Muy pronto recibimos de los propios padres los mejores testimonios de amor pero tambien actuaciones que no son o sentimos como amor de Dios: poca atención, pocos gestos de cariño, castigos poco razonables o excesivos y aprendizajes de formas de relacionarnos que estimulan la ira, la violencia, la ambición desmedida, la competitividad destructiva y el egoismo individualista como forma de sobresalir y sentirme vivo. Hablamos entonces de cómo en nuestra primera infancia se nos han “troquelado” formas de conducta que no estan precisamente presididas por el amor, el compartir, el pensar mas en los otros que en uno mismo, el tomarse las cosas con calma para reaccionar con el mejor espiritu.: en fin que cuando llegamos a la edad de querer cambiar el mundo -si es que hemos hecho ese propósito en nuestra vida – …. nos damos cuenta que nosotros mismos hemos de empezar por la tarea de reconstruirnos a nosotros mismos porque no somos los instrumentos mas idóneos para esa importante labor.
Cuántas veces detrás de personalidades relevantes de la política hemos descubierto personalidades psíquicamente enfermas que con buena atención psicológica deberíamos haber apartado de la accion politica por su efecto devastador a corto o largo plazo.Hitler, Stalin,…
Habría que trabajar mejor la selección de personas para ciertos oficios de gran responsabilidad social porque no basta con hacer buenos profesionales en cualquier ramo. Antes que eso hay que educar buenas personas .
Una vez más habrá que entender que seguir a Jesús como discípulos es una exigencia continua por depurar nuestro propio ser que es lo mas importante para ser hombres de verdad en cualquier circunstancia o profesión. Y esa es obra del Espiritu en nosotros. Un espiritu que nos llevarà a ser criticos con el mundo y a la vez criticos con nosotros mismos. Un espiritu que nos hace libres porque primero nos ha purificado y liberado.
Queremos una Iglesia Santa y hay quien la desprecia porque no lo es. La ve hipòcrita. Poco transparente. No con animo de reformar sinceramente sino de ocultar el pecado. El purismo de la Iglesia consiste en no dejar de llamar pecado a lo que es objetivamente pecado aunque haya que ocultarlo al publico por decoro social y no escandalizar. El mundo nuestro -y puede que el de siempre- no solo oculta su mal ante la justicia penal sino que en cuanto puede “normaliza” la mala actuación y la trivializa o caricaturiza hasta darle carta de ciudadania o hasta convertirla en un derecho digno de subvencion.
Nuestra generacion ha de profundizar mucho mas en los entornos del bien y del mal y diseccionar desde el espiritu del evangelio què construye o destruye la gran obra de Dios en el hombre y en toda la creacion.

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