Comentario homiletico

-Mc 6,14,29
En el episodio de la muerte de Juan Bautista a quien Herodes mandó degollar para complacer a una bailarina que se lo pidió nos sorprende que el hombre de Dios que fue Juan y anunciador de Jesús muriera de esta manera tan injustificada y sin fundamento. Y parece que Marcos estaba como anunciando que la suerte de los discípulos predicando el Reino y denunciando males sociales no iba a ser mejor que la de Juan.
Herodes, era sin duda un tirano de los que Maquiavelo dijera que aplicaban su capricho al pueblo con autoridad como de ley. Pero no es menos cierto que la voluntad de los gobiernos incluso democráticos se impone con el pretexto de mantener el orden, pero generan violencia. Es el dilema de la acción política que parece inserto en el orden natural de las cosas: no es posible el orden sin una cierta fuerza y violencia, y a la vez la violencia genera caos sobre todo cuando se pretende hacer cambio de estructuras.
Ante la acción política, pues, de signo tiránico o dictatorial, pero también democrático -tanto monta- los trabajadores del Reino se van a ver siempre – si quieren ser fieles al maestro- como corderos en medio de lobos. Y el sufrir acoso, persecución y hasta muerte es algo predecible y no accidental.
Y es que la ciudad de Dios con sus dinámicas de fermento, amor, atracción, seducción, servicio… tienen poco que ver con la dinámica de la acción política de la ciudad del “Cesar” siempre apoyada en los poderes del mundo y -por desgracia- no siempre logrando someterlos para el bien común como se debiera. En el fondo se nos plantea la necesidad de educarnos en una ética común y universal que regule el recto proceder de gobernantes y gobernados.( Hans Kung ).

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