Comentario homiletico

Mt 5, 17-37
Jesús nos comenta cómo hay que entender algunos preceptos como el no matar, el no adulterar y el no jurar en falso. Su radicalismo (ir a la raíz de estos males) nos sobrecoge: ¿quién habrá que pueda con semejantes cargas? Jesús no sólo pide no matar sino ni siquiera pelearse u ofender con palabras al prójimo. No sólo prohíbe adulterar sino recrearse en pensamientos y deseos de adulterio. No sólo nos pide que no juremos en falso sino ni siquiera con verdad. Espera que nuestras palabras sean tan certeras que baste con el sí o con el no sin necesidad de ser avalados por el cielo, morada de Dios, ni por la tierra, estrado de sus pies.
Entender la profundidad de estos preceptos quizás no es posible si no entendemos que desde la encarnación de Dios en los hombres y especialmente en los más pobres (Mt 25), la línea más directa para alcanzar a Dios pasa necesariamente por el amor y respeto a los hombres con tal finura y exquisitez como si del propio Dios se tratara.
Y claro está, una exigencia tal no se puede entender si al hombre que somos, pecador y mortal, no le llega “fuerza especial” que transforme su percepción del mundo y del hombre.
Y por ahí va la necesidad de la fe como apoyo a nuestra debilidad y más aún una fuerza que nos mueva a poner manos a la obra para llevar a la práctica las consecuencias q se derivan de ese cambio perceptivo.

El cambio perceptivo q se busca es tratar de ver el mundo como Dios lo ve : a Dios como Padre creador q nos ama y a los hombres como hermanos e iguales. Esto supone casi un estado de conciencia alterado 🤪 pq en la vida ordinaria vemos vecinos, clientes, forasteros, chicos o chicas, etc pero no tanto hermanos. Y esa es la meta q se corresponde con la vision por fe.

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