Comentario homiletico 20/9/18

Lc 7,36-50
Esta escena de la mujer pecadora lavando los pies de Jesús en casa del fariseo es de las más luminosas para apreciar cómo dibuja Jesús la realidad y las personas con todo lujo de detalles.
A su luz todo adquiere otro aire de aceptación y comprensión. Lo podemos ver desde las diferentes perspectivas q presenta el relato.
Para el fariseo aquella mujer por pecadora no merecía estar en su casa. No era digna. Y sospecha q Jesús por aceptar su presencia tpoco debería considerarse gran hombre ni menos profeta.
Jesús ve sin embargo en la mujer una persona q ama y q desde su postración social y poco aprecio q recibe intenta servir y recibir el aprecio y consideración social q merece. Y ve q solo Jesús es capaz de ver -en esa sociedad tan hipócrita- su profunda verdad. Con Jesús esa mujer va a iluminar su propia vida con el gesto humilde de lavar los pies de Jesús (el amor disuelve muchos pecados) pero sobre todo con la luz de Jesús q nos la ha hecho visible en la sociedad con una imagen nueva.
En esta escena queda patente q es la sola luz de Jesús la q ha devuelto a la realidad sus perfiles más nítidos. Se reconoce la persona, el pecado y el valor del arrepentimiento humilde. Ahí brilla más aún la gracia.y se descubren con el rigor profético de Jesús la falta de amor del fariseo que olvida detalles de cortesía como lavar los pies de Jesus y q le invita como postureo y para “fardar” de estar bien relacionado.
El laicismo sin Jesús es por ello la peor amenaza para el mundo de hoy. Podemos dejar de ver la realidad en su más profunda verdad y hablar de una fantasmagórica posverdad.
Y es q a nuestro parecer ,Jesús no es una luz más. Es LA LUZ q viene a iluminar las tinieblas de la humanidad.

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