30/03/2022

Jn 5,17-30
El evangelio de hoy es continuación del milagro de la curación del paralítico de la piscina de Betesda. Al milagro siguió la discusión sobre la observancia del Sábado como día de descanso. Para la religiosidad de aquel entonces el más mínimo trabajo el sábado era considerado pecado.  Y Jesús ordenando al paralítico que se levantara, cogiera la camilla y echara a andar le estaba induciendo a pecar.
Hoy en este evangelio Jesús dice que Dios Padre sigue trabajando y por eso El hace lo mismo y a más de tratar a Dios como Padre y “escandalizar” les dice: “lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere”.
Aquí vemos una vez más cómo Jesús lleva a plenitud la ley del A. Testamento. El descanso sabático ya no será un precepto absoluto, sino que la exigencia de dar vida que nace del amor va a tener preferencia sobre la lectura literal de esa ley. Dios Padre y también Jesús, actúan en Sábado. Y el que resucita a los muertos y “viene a dar vida y vida abundante” consagra – otra vez más – la primacía del amor por sobre todo otro precepto.
La centralidad del amor y también la del hombre se ve mejor aun cuando dirá que “el sábado ha sido puesto para el hombre y no el hombre para el sábado”(Mc 2,27).
Los hechos históricos de la resurrección de Jesús que conmovieron a los apóstoles y primeros cristianos fueron los que hicieron madurar la idea de que el descanso sabático nacido de la creación en 6 días( Génesis ) había sido superado o completado por la Recreación, Restauración y Resurrección de Cristo y por ello se pasó a celebrar el Domingo- día primero de la semana -como el día del Señor resucitado.
El Domingo, pues, pasa a ser día de descanso, día del Señor y día de celebrar el señorío del hombre sobre el trabajo y la Creación.

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