Comentario homiletico

Jn 6,44-51
La rotunda afirmación de Jesús “yo soy el pan vivo bajado del cielo , para la vida del mundo . El que coma de este pan vivirá para siempre” hay que tomársela en serio.
Comulgar con Dios es posible gracias a Jesús que por su profunda sintonia con el Dios infinitamente trascendente respecto de nosotros los humanos por su condicion divina, nos hace de puente.Esa conexión se establece además en una doble direccion: con Dios y con los hombres. O en vano Jesús baja del Cielo renunciando a su categoría divina para hacerse en todo como esclavo al servicio de los hombres.
Pero aclarada esa imprescindible labor de Jesús como puente entre Dios y los hombres hay que decir que si bien ya tenemos la conexión con Dios, mientras vivimos en debilidad por nuestra condición humana y pecadora, no podemos creernos ya con toda la santidad conquistada. Tan solo tenemos un principio de salvación porque en Jesús se nos ha dado la horma o forma más adecuada para ese encuentro definitivo con el Dios verdadero que es el Padre y no con ídolos a nuestra imagen.
Nuestra tarea cuando con Jesús caminamos desde la tierra hacia el Padre con los hermanos de fe es la de no olvidar a los que con fe o sin ella compartimos camino e ilusiones de bien pensando que con un equipaje u otro lo importante es hacer el camino y hacerlo lo mejor posible. Que nadie se sienta superior porque camina con la sola ciencia o la luz de la razón, o se sienta superior y desprecie a los demás porque se sabe por la fe creyente y superior por conocer una sabiduría que supera a la humana. Al final del camino “por los hechos los conoceréis”. Y eso es muy importante decirlo ahora cuando a muchos políticos llamados creyentes o no creyentes se les ha encausado judicialmente . Es verdad que desde nuestra óptica cristiana no debemos condenar a nadie. Pero tampoco parece correcto que bendigamos todo indiscriminadamente cuando nos consta que hay causas judiciales pendientes sobre actuaciones de personas y merece respetarse la justicia divina, pero tambien la humana. Por último, es doctrina católica defender y bendecir siempre a las personas. Eso sí, dejando siempre el juicio definitivo sobre actos e intenciones a Dios del que esperamos que nos juzgue como Padre porque “si examinara con rigor nuestras culpas ¿quién hallará buen suceso?

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