04/11/2022

Lc 16,1-8
El administrador infiel con gran habilidad ,al verse despedido, prepara su futuro favoreciendo a los deudores de su amo, rebajándoles sus deudas con recibos fraudulentos. Así nos aclara de entrada que no es el proceder claramente delictivo del administrador lo que se valora, sino su habilidad o sagacidad empleada para usar el dinero en provecho propio.
El tema es importante porque nos plantea cual debe ser el proceder con el dinero y como situarnos los cristianos frente a él según el evangelio.
El dinero es un poder que faculta para hacer lo que quieras. Y por ello atrae. Pero es también un estímulo que engancha y crea adicción porque abre muchas posibilidades de hacer u obtener cosas a las que nos habituamos y ya no es fácil renunciar. Por ello en la relación con el dinero el control es fundamental.
Con esta base filosófica entenderemos mejor la frase de Jesús: “no es posible amar a Dios y al dinero”. El amor a Dios es puro y sin apego. Pertenece al orden del ser. El amor al dinero es apego. El primero libera. El segundo esclaviza.
Vivir la relación con el dinero con desapego para Jesús es fundamental. Por ello dirá: “haceos amigos con la riqueza inicua”(Lc 16,8-11. O sea, que esa riqueza que encierra un poder latente de iniquidad  “el oli per a ón pasa, taca” (el aceite por donde pasa mancha) la hemos de manejar con gran liberalidad y como buscando el bien ajeno y no el propio, que es la tendencia natural cuando hay apego. Sólo así podremos decir que en nuestra relación con el dinero estamos siguiendo la sagacidad cristiana propia de los hijos de la luz frente a la inicua e insidiosa de los hijos de las tinieblas.