NO HAY CARA SIN CRUZ.


Jn 12,20-33
Estamos en las fiestas de San José. Con las fallas y el ambiente creado podemos percibir la grandeza del vivir. En la falla caben todos: bebés, niños, jóvenes, viejos. Todos visten de gala con los trajes tradicionales. Y hay algarabía y música y truenos y baile y buñuelos y expresión artística en los monumentos falleros con su punto de crítica. Es el sentido de la fiesta que por suerte hemos recogido de nuestro pasado y que no debemos permitir que se pierda en nuestras megaciudades de hoy.
Pero habría que preguntar a nuestros falleros gracias a qué ha sido esa fiesta que cada año hace posible que miles de personas vengan a disfrutar de ese ambiente. Preguntad a algún fallero entendido y os contará con detalle todo el proceso seguido para hacer posible la fiesta: vender lotería, ahorrar para pagarse el traje, trabajo desinteresado preparando actos, etc… y eso que ha hecho posible unos días de fiesta ha llevado un año entero de preparativos. Preparativos que se han realizado con ilusión y entrega, pero también con esfuerzo y generosidad.  Sólo así entendemos que se llega a una fiesta en paz.
Y desde aquí podemos entender la lección que hoy nos quiere dar Jesús con la parábola del grano que se entierra para dar fruto.
Es la que hemos de aprender al largo de la vida o la descubrimos por la fe en Jesús al que aceptamos como Camino, Verdad y Vida para alcanzar no solo una vida satisfactoria ,sino una vida que como la suya nos llevará a la resurreccion.
El sueño de la infancia y la juventud es disfrutar y vivir la vida con todos sus placeres. Es entender la vida como un paraíso en que todo se nos da hecho y como al alcance de la mano para disfrutarlo sin apenas esfuerzo. Es la experiencia de la fiesta en que todo es hermoso y gratis.
Pero Jesús nos descubre la necesaria cara más oscura de la vida: vivir así la vida como una fiesta es posible pero enterrándonos cada uno y muriendo a nuestro hombre viejo hecho de egoísmo e insolidaridad, de pereza y envidia y tantas otros sentimientos contrarios al buen entendimiento social.
Entonces y solo entonces, cuando entendamos el vivir como un compartir por igual las cargas, nuestra cruz se hará más llevadera y se llevará hasta con espíritu alegre y deportivo . Y nuestra fiesta empezará no solo el día de la fiesta sino desde el inicio de los preparativos de la fiesta porque el simple vivir así -al estilo cristiano- valorando el deber cumplido, es una fiesta.
Canto:”Amar es entregarse”.